sábado, 9 de octubre de 2010

Sick Dream

¿Quién dice que un sueño no puede hacerte vivir una espantosa experiencia y despertar con la sensación de que no ha acabado? No pretendía soñar... Mi primera expectativa al acostarme es no soñar. No soy amante de mis sueños. Pero, duermo. Y, así, unas cuantas horas se convirtieron en medio año de vida o más. Y, ¿qué pasa si en mi sueño aprendí algo que no había aprendido en mi cotidianidad? ¿Por qué todos mis sueños, a pesar de ser sólo sueños, me empujan tanto a la realidad?
Lo conocí mientras dormía, no era perfecto, no era modelo, ni metrosexual. No tenía cabello hermoso, ni una gran sonrisa. Quizás, ni lindos ojos. Pero, me miraba como si no hubiese nadie más en el mundo. Y, ¿por qué me tenía que importar? ¡No me gustaba él! Pero, con solo rozar mi piel me hacía estremecer. ¿Por qué no me podía controlar? ¡Sabía que muy pronto me iba a dejar de gustar! No era mi "tipo", si es que tengo alguno definido. No me gustaba su ropa, ni su forma de caminar. Cada vez que lo veía, ¡le veía un defecto más! Ya lo sabía, no iba a durar, no lo iba a soportar. Y, cada vez que me miraba y me tocaba, simplemente lo olvidaba. Olvidaba sus defectos para sumergirme en una incontrolable pasión y un deseo animal que jamás había sentido. ¿Cómo lo hacía? ¡Maldición! Lo odiaba por eso. Y, de repente, sentía que lo amaba.
En la cama era su musa, su morbo, su fantasía sexual. En la vida, era su amor. Su amor por mí me hacía amarlo, me llenaba, me daba equilibrio y felicidad. ¿Cómo podía ser tan perfecto?, ¿era real? ¡No era perfecto! A veces, no me gustaba. No me daba risa lo que a él le parecía gracioso, ni la mayoría de sus chistes tontos. La mayor parte del tiempo ni siquiera soportaba sus historias tediosas y hasta dramáticas. ¡No me gustaba! Pero, él se aguantaba con amor y paciencia mis estúpidas historias, mis malcriadeces, mis chistes que nunca entendía. Lo soportaba todo con una sonrisa, una tierna mirada y un beso que me callaba. ¿Por qué yo era tan egoísta? ¿Por qué no lo podía tolerar igual? ¡Yo no estaba enamorada! Entonces, ¿por qué no soportaba pasar 5 minutos sin saber de él? ¡CINCO MINUTOS! y lo extrañaba. Estaba enferma, algo estaba mal en mi cabeza.
Todo cambiaba en mí, mi comportamiento, mis actitudes y hasta mis sonrisas que se hacían cada vez más sinceras. Y, sin embargo, cuando sentía que alguien lo podía notar, trataba de ocultarlo. Me creía una experta disimulándolo. No entendía qué me pasaba, no lo podía explicar, pero... comenzaba a gustarme. Sin darme cuenta, mi sueño me regalaba emociones que nunca había comprendido... Eso de los celos que me parecía tan absurdo, lo comprendí cuando lo vi mirando a otra. ¡Lo quería matar! Lo quería sólo para mí, pero se suponía que no me gustaba tanto… ¡Qué equivocaba estaba!
Siempre viví detrás de una pared que me alejaba de sentir… Llegué a confiar tanto en él y en su amor por mí que me entregué sin darme cuenta. Salté la pared y llegué descubierta a un mundo del que me cuidé todo el tiempo porque creía conocer. Pero, no tenía idea. Ni tenía idea de lo que me esperaba. Ya no me importaba que no me gustara, sabía que estaba enamorada. Sabía que habían sido sólo excusas para no cruzar la barrera, porque simplemente, en el amor, era una niña completamente indefensa.
Perdí mi cordura por completo el día que noté que amaba verlo celoso, que me excitaba verlo molesto, que adoraba que perdiera la razón por mí. ¿A qué jugaba? Porque era un juego muy despiadado... Entre más dolor sintiera o le hiciera sentir, más quería estar ahí. No podía evitar fascinarme por el control que a veces lograba ejercer en él... Sabía que lo manipulaba. Un gesto, una mirada, una palabra y ¡hacía lo que a mí se me viniera en gana!
Sin embargo, lo que nunca vi era cuánto me manipulaba él a mí... En nuestro juego, siempre fue él la víctima y yo la maldita victimaria. Él quién quería más y yo la mala... Y, llegó un punto dónde me lo creí... De haber sabido la realidad en ese sueño, no hubiese sido la pobre tonta que fui. Cuando supo que ya me tenía dónde quería, ¡me dejó! Pero, realmente, no me dejó... Me seguía manipulando... ¡Cómo disfrutaba mi dolor el muy maldito sádico! Entre más le rogaba, más se alejaba... Pero, si pasaba un día sin decirle nada, me buscaba. Apenas me levantaba, me hacía caer otra vez. ¡Lo disfrutaba! Y yo lo sabía y lo dejaba. Todas esas sonrisas y buenos ratos que me regaló me los estaba cobrando con creces. En mi cuerpo, sólo se sentía ahora un inmenso vacío y un terrible dolor... Si bien era algo emocional, comenzaba a sentirse físico... ¡Cómo dolía Dios! Así pasaban mis días, unos con llanto otros no, unos con sonrisa otros no... Días de rabia, de rencor... Días dónde luchaba por recuperar su amor. ¡Días! ¡Malditos días! ... Cómo odiaba cada día... ¡Odiaba cada día sin él! ... Y, ahora también odiaba cada día que había pasado a su lado. De no haber pasado ningún día a su lado no estaría viviendo este tormento que me dejó.
Ahora los días sólo estaban llenos de rencor, de repudio, de asco, de un amargo sabor. De soledad... Si me desaparecía de su vida, me buscaba. Si me acercaba, me pateaba. ¿Cómo podía hacer tanto daño y seguir jugando a ser la víctima? ¿Qué había su cerebro despiadado?... ¡Nada malo! Mucha inteligencia y un gran deseo de dañar tan bien disfrazada la maldad que hasta él mismo se creía su falsedad...
Lo que comenzó como un sueño bonito se convertía ahora en una verdadera pesadilla. De esas que no te deja respirar, que te hace dar mil vueltas en la cama y te pone a sudar… De esas que jamás abandonan mis noches y que se repiten cada vez que les da la gana. De esas que me hacen extrañar el insomnio y que, por una par de días, hace que le tema a la cama.
Sin villano definido, sin saber quién era peor… Si yo que te quise sin querer o tu que fingiste quererme. Si yo que no di tanto como tú, pero di con el corazón o tú que fingías un orgasmo y me decías ‘te amo’ cuando no estabas seguro de lo que sentías en verdad. Si yo que te hice daño pero te miraba a los ojos y te decía la verdad o tú que con tu perfecta actuación que hiciste creer que eras el mejor. El recuerdo de lo que fuiste me seguía, el presente me dolía y el futuro se hacía inconcluso sin ti. Extrañaba lo que me habías dado, lo quería de vuelta, pero ya no te quería a ti. Y, no te quería más porque me habías destrozado. Pero, más que eso, habías destrozado mi orgullo, habías destruido ese escudo que me protegía y comenzaba a odiarte por ello. Y, si en algún momento, dejaba de odiarte salía de mi cuerpo el recuerdo de lo que una vez fui antes de conocerte a ti, salía ese ser que, sabiamente, me mantenía alerta y con malicia… Salía para recordarme que te tenía que odiar, salía para azotarme vilmente por haberte creído, por haber cometido el error de dejarlo en un rincón, harto de mi ingenuidad disfrazada de maldad, harto de mi debilidad aún cuando siempre supe que nada podía ser verdad, ¡harto de mí!

Harta estaba yo, ahogada en sentimientos que no podía definir. Harta de sentir y no sentir, de querer y no querer, de odiar y amar… ¡Harta de tu recuerdo!... Harta de tus besos, harta de tus caricias, harta de los orgasmos que me diste… Tan harta que no tenía inspiración ni para masturbarme, tan harta que recurría al porno para tocarme y al acabar lo siguiente que venía era una lágrima. ¡Tan harta y tan vacía! Tan llena de rabia, de dolor, de decepción… Pero, ¿de quién estaba decepcionada? ¿De ti? ¿De mi? ¡De los dos! De ti por irte de mí, de mí por haberte querido perseguir.
¿Por qué aferrarme tanto a alguien que se quería ir?, ¿por qué seguir deseando estar con alguien que dejó de ser especial para ser mortal?, ¿por qué quería que regresara si sabía que ya no lo quería en mi vida porque no podía perdonar el daño? ¿Venganza? ¿Acaso me las quería cobrar? O, ¿realmente lo extrañaba? Sí, lo extrañaba, lo quería, pero lo odiaba, ya no lo podía perdonar. Me sigo preguntando qué quería… ¿Para qué quería que regresara? Y, si era venganza, ¿qué se suponía que iba a hacer? Siempre me quisiste hacer ver como la mala, ahora te iba a demostrar lo que era ser mala de verdad. Ahora, lo reconocía, estaba sedienta de venganza… Así como tú me cobraste las sonrisas que me regalaste un día, yo te iba a cobrar cada lágrima que había derramado por ti. Te quería devolver con bonos esos días que me hundía en tu recuerdo y me enloquecía de dolor porque no te tenía. Te iba a regalar mi dolor, pero multiplicado. Al fin y al cabo, si a ti no te importó cuando te llamaba llorando, dejando en evidencia mi dolor… ¿Por qué habría de importarme a mí ahora el tuyo?
Así empezó la parte divertida de mi sueño… La parte dónde otra vez el poder lo ganaba yo. Pero, en ese momento, una lágrima de mi cuerpo se salió… Y, ese ardor que dejaba en el camino, me despertó… Estaba bañada en sudor, con lágrimas en mi rostro y un vacío en mi interior. Qué sueño tan aterrador, ¡me descompensó!  Me levanté, fui al baño, me lavé y regresé… ¡Qué sorpresa cuando encendí la luz! Él estaba en mi cama, dormido, con una sonrisa dibujada en el rostro, completamente desnudo. Se veía hermoso. ¡Lo recordé! Lo había conocido anoche y ni siquiera sabía su nombre….

No hay comentarios:

Publicar un comentario